Cuando
un gobernador hace pública su intención de ser candidato a
la presidencia de la Nación, cabe analizar con cuidado los aspectos
principales de su gestión como primer mandatario provincial, pues
ellos conforman el antecedente sobre el cual será posible conjeturar
cómo sería su eventual desempeño al frente del gobierno
nacional.
El doctor Néstor Kirchner es gobernador de Santa Cruz desde hace
más de diez años; en ese lapso, la Constitución provincial
fue reformada en 1994 y en 1998, y en ambas oportunidades se modificó
la cláusula que regula la sucesión del Poder Ejecutivo a fin
de habilitar a su titular para sucesivas reelecciones.
El funcionamiento de una sociedad democrática requiere como condición
necesaria la garantía de que la ciudadanía pueda elegir sin
condicionamientos a sus mandatarios. Atenta contra este presupuesto determinante
la estructura de una economía como la de Santa Cruz, donde la mayoría
o una parte significativa de la sociedad recibe ingresos del sector público,
situación que genera una marcada dependencia en el comportamiento
de los actores sociales hacia el poder estatal.
El modelo imperante en la provincia de Santa Cruz revela que en ella se
aplica un proyecto político hegemónico, caracterizado por
la ausencia de control de los actos de gobierno y por una abusiva concentración
de poder en la figura del gobernador. Así, el Poder Judicial depende
del partido gobernante, los recursos del Estado son objeto de un manejo
discrecional y la mayoría de los medios de comunicación está
subordinada al gobierno mediante una manipulación evidente de la
publicidad oficial.
En esas condiciones, la competencia política queda prácticamente
anulada, ya que a las restantes fuerzas partidarias se les torna muy dificultoso
hacer conocer su pensamiento por la radio y la televisión, férreamente
controladas por el gobierno provincial. A la vez, las atribuciones municipales
se ven coartadas por la centralización de la obra pública
en el ámbito del Ejecutivo.
De todas estas anomalías, quizá la más grave institucionalmente
sea el comportamiento adoptado en relación con el Poder Judicial.
En 1995, lograda su primera reelección, el gobernador Kirchner logró
que aumentara de tres a cinco el número de los miembros del Tribunal
Superior de Justicia. Las vacantes así creadas se cubrieron con personas
identificadas por lazos ideológicos con el partido gobernante, o
por lazos de parentesco con algunos de sus dirigentes. Dispuso, además
-violando la garantía de inamovilidad de los magistrados y el principio
de la independencia de la Justicia-, la ilegítima remoción
del procurador general, cabeza del Ministerio Público. Recientemente,
la Corte Suprema de la Nación, luego de un largo proceso judicial,
dispuso la inmediata reincorporación de ese funcionario en su cargo,
sin que exista hasta ahora la certeza de que la orden será acatada.
En el caso de que la decisión de la Corte fuera desconocida, se configuraría
un inadmisible alzamiento institucional, de gravísimas implicancias.
La existencia de actos notorios de menoscabo de la administración
de justicia se ha traducido en comportamientos de algunos funcionarios provinciales
que rozan lo delictivo, pero los tribunales de Santa Cruz no se han preocupado
por investigar tales hechos.
Entre esos actos sospechosos se cuenta el quebranto cercano a los 160 millones
de dólares del ex banco de la Provincia de Santa Cruz, imputable
al sistemático otorgamiento de préstamos sin avales suficientes
y a autorizaciones para girar en descubierto otorgadas sin que se haya analizado
la solvencia de los beneficiarios. También habría que mencionar
el uso abusivo del avión sanitario de la provincia para asuntos particulares
del doctor Kirchner y su esposa o con fines políticos de interés
personal, como ocurrió durante el reciente tratamiento en el Congreso
de la derogación de la ley de subversión económica.
Asimismo, correspondería referirse a los manejos irregulares de subsidios
para la compra de pasajes aéreos con fines electorales, así
como a ciertas negociaciones incompatibles con el ejercicio de la función
pública por parte de un importante funcionario de la Municipalidad
de Río Gallegos.
Semejante acumulación de actos contrarios a elementales principios
del ejercicio democrático debe hacer reflexionar sobre las consecuencias
que podría acarrear el acceso del actual primer mandatario de Santa
Cruz a encumbradas responsabilidades en el gobierno de la República.
Debe, asimismo, alertarse sobre la falta de correspondencia entre muchas
de las soluciones postuladas ampulosamente por el doctor Kirchner para el
gobierno nacional y lo que deje como enseñanza su dudoso desempeño
de una década al frente de la administración de su provincia.